viernes, 9 de marzo de 2012

Eurídice (Mitos Griegos IV)

ORFEO Y EURIDICE

Orfeo era un músico genial. De su lira brotaban como mágicamente las más embriagadoras melodías. En un paseo por el bosque, conoció a la dríade Eurídice, y quedó prendado al instante de su belleza. Le escribió una canción especialmente pensada para ella, y tras tocársela le confesó arrobado que las notas no alcanzaban a pintar su mirada, y que para él ya no había más música que la de su respiración. Fascinada con su música, sus sinceras y hondas palabras la terminaron de conquistar. Se casaron en el bosque, y se juraron amor eterno.

Pero Eurídice echaba de menos a sus amigas las ninfas del bosque, también conocidas como dríades. Así que ya una vez casada quedó con ellas, y antes de llegar al lugar exacto de su encuentro, su vista se ancló en un hermoso ciervo que huía despavorido del dios cazador Aristeo, hijo de la náyade o ninfa fluvial Cirene y el dios Apolo, que al verla quedó arrebatado por su beldad, y trató de robarle un furtivo beso de sus encarnados labios. Y entonces la más hermosa de las dríades huyó, emprendiendo una carrera extenuante, para escapar al alcance de su perseguidor. Finalmente lo consiguió, pero tan grande era su cansancio que cayó al suelo derrumbada por la fatiga. En ese instante, una serpiente reptando por su pierna le inyectó de una mordedura su letal veneno. Y la bella Eurídice bajó muerta al reino del Hades.
A Orfeo ya no le quedaban ganas de componer. Su música fue barrida por el más oscuro silencio. No hacía sino pensar en su joven esposa fallecida. Resolvió descender al reino de los muertos, y convenció al barquero de nombre Caronte que transportaba las almas por el río Estigia, que separaba la tierra de los vivos de la de los muertos, tocándole una de sus embelesantes odas sonoras. Una vez allí, conoció a Perséfone, la reina del Hades, y una vez más hizo uso de la música para convencerla y que le permitiera rescatar de allí a Eurídice. Le puso la hija de Deméter una sola condición: “la sacarás de aquí, pero no podrás mirarla hasta que no os de el sol”. Orfeo respetó durante todo el camino hacia la salida al exterior y a la luz su promesa, pero justo cuando los primeros y tímidos rayos solares empezaron a rozarle no pudo evitar el volver la cabeza y ahí estaba su amada desvaneciéndose entre brumas y nieblas imposibles de disipar.
La había perdido para siempre, A cambio, Orfeo nos regaló las músicas más tristes, y nostálgicas que jamás la humanidad escuchó.

Orfeo intentó entonces descender de nuevo al Hades, pero Caronte, el barquero de la laguna Estigia, le negó la entrada. Y aunque esperó Orfeo siete días con sus siete noches en el margen del lago, acabó viendo que era demasiado tarde para enmendar su error, así que marchó a errar por los desiertos, sin apenas probar bocado, acompañado sólo por su lira y su música.

Tiempo después, Orfeo tendría un triste final, y acabaría siendo descuartizado y los trozos de su cuerpo, divididos y esparcidos. Su cabeza les llegó a las Musas a la costa de Lesbos, navegando por el río, según se dice, aún moviéndose sus labios llamando a Eurídice, y fue allí donde las musas la recogieron y le dieron sepultura.

Al cielo subió su música, transformándose en la constelación que lleva por nombre la Lira, que contiene la estrella Vega, una de las más brillantes del firmamento, como brillantes eran los ojos de su amada Eurídice, que tal vez siga esperándole aún en el Infierno, acompañada por el recuerdo de su canto.

 

Visión de Eurídice frente a la laguna Estigia de la mano de Boris Vallejo

Publicado el 28 de julio de 2007

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