Siento una emoción: me invade, incluso de forma avasalladora. Acabo de venir del gimnasio, y mi cuerpo aun siente la adrenalina corriendo tras el ejercicio realizado. Es normal enfadarme así, me acaban de dar un golpe por detrás en el supermercado, aunque ha sido leve: alguien ha tropezado conmigo. Asumo sin más que mi estado de ira un tanto desorbitado se debe a dicho impacto, pero...
¿Es así realmente? ¿Estoy auto-analizándome bien?
Pues según Zillman no, según su "paradigma de transferencia de la excitación". La activación producida con la actividad física se prorroga en el tiempo pese a haber ya finalizado. Tengo una excitación precedente, residual, que crece con el estímulo externo del accidente en el supermercado. Como dicen los psicólogos estudiosos de la emoción: "nuestras percepciones autonómicas no son muy finas, atribuimos por defecto su causa a los acontecimientos del presente aunque sean del pasado. Este modo de funcionamiento habitual a veces puede llevarnos a reacciones desproporcionadas"
No somos tan racionales como creemos, ni nuestra percepción de la realidad es tan fidedigna como nos gustaría...
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