domingo, 11 de marzo de 2012

Píramo y Tisbe

 Como decían los romanos: “nihil novi sub sole” (nada hay de nuevo bajo el sol). Pero os explicaré mejor el porqué de empezar la narración de este mito con este adagio al final.
En Babilonia, en dos casas contiguas, vivían los jóvenes Píramo y Tisbe. Bastó el verse por primera vez, para que ambos respondieran a la flecha de Eros y se enamoraran.
Pero sus pudientes y respectivas familias eran rivales, sosteniendo una guerra sin cuartel desde hacía mucho tiempo. Estando destinados a odiarse, sin embargo, contra todo pronóstico, el Amor les escogió para amarse. Una vez enterados sus padres, montaron en cólera, y levantaron un alto y robusto muro entre sus moradas, a fin de impedir todo contacto entre ellos.
Píramo cayó en una muda desesperación, a la vez que el bello rostro de Tisbe se anegó de lágrimas. Perdieron el apetito, la energía y hasta el benevolente Morfeo, dios del sueño, les era esquivo.
Desde el Olimpo Afrodita les contemplaba consternada, y con su poder abrió una brecha en la maldita pared que separaba sus vidas. A través de la oquedad, volvieron a verse a escondidas, con renovada ilusión. La vez primera que se contemplaron, después de tanta ausencia, fue tal la dicha que los invadió, que olvidaron todo dolor pasado al instante. Su existencia entera giraba alrededor de esa divina fisura abierta en el tabique, y gracias a la cual no sólo pudieron mirarse, sino también hablar sin miedos ni testigos. Semanas después las palabras cedieron el paso a los besos y a los abrazos. El tiempo transcurría, y su mutua necesidad crecía al compás, hasta volverse acuciante y urgente. Pactaron quedar de noche, debajo del árbol de los jardines que circundaban sus hogares. Tisbe llegó primero, y la impaciencia le pudo. Buscó anhelante a su amado entre unos matojos, pero entonces rugió un fiero león, con lo que huyó corriendo despavorida. Su velo cayó, y el salvaje animal lo desgarró, si bien ella salió ilesa. Cuando Píramo apareció, asimismo al no hallar a su novia bajo el árbol, se adentró en los alrededores, entonces vio la tela de Tisbe hecha pedazos y al rugiente león asomando su cabeza entre las plantas. Una súbita desolación hizo presa de él, clavándose su propia daga en el medio del corazón. Cuando Tisbe vio el cadáver, imploró a los dioses en vano que lo revivieran. Pero ante su inapelable silencio frente al funesto desenlace, la hermosa joven asió la daga, arrancándola del corazón de él, y clavándosela en el suyo propio se quitó la vida. La sangre de ambos cambió el color de la fruta de la morera que los cobijaba, y esa fue la razón por la que la mora dejó de ser blanca y se tornó encarnada.
Los dos amantes nos recuerdan mucho a los ya universales Romeo y Julieta, obra de Shakespeare que el cineasta Luhrman llevó al celuloide con bastante fidelidad a la literalidad de la misma y a su vez audazmente, trasladando la Verona de la historia a los tiempos actuales. Como les pasó a ellos: Su único amor nació de su único odio.



Romeo and Juliet: "JOIN ME", de Him





 
La canción le va que ni pintada al mito, aquí la traduzco un poquito:

"Nena, disfrútame en la muerte...
Somos tan jóvenes
Nuestras vidas acaban de empezar
Y ya estamos pensando
En escapar de este mundo(...)
Y hemos esperando tanto
Tan ansiosos por estar juntos (...)
Este mundo es un lugar cruel
Y venimos a él sólo para perder siempre
Así que antes de que los llantos nos separen
Que la muerte me bendiga contigo..."

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