
Ya Unamuno se planteaba el problema... yo soy la suma de quien
soy, quien creo ser, quien ven los demás, la que me gustaría ser y como me ve
Dios.
Pero no se trata de saber quién somos, sino quiénes creemos ser, esto es lo que denominamos "auto-concepto". No nos influye tanto la realidad per se como la lectura que hacemos de la misma. ¿Quién creo ser yo?
Los psicólogos sociales, en mi opinión, están muy liados con este
tema. Ni ellos mismos se terminan de aclarar: ¿nuestro auto-concepto es nuestro,
es el que nos forjan los demás, 50%-50%? "Si me etiquetas, me niegas". En este
punto me interesa ahondar, porque es el que concita un mayor consenso. El
auto-concepto siempre está in fieri, como decimos los juristas, o sea,
"haciéndose", nunca está concluido del todo, no es una obra cerrada. Alguien
puede cambiar para ajustarse al ideal que otra persona tiene de
su idiosincrasia. Es lo que ocurre con el fenómeno de la "profecía
autocumplida". Como aquel cuento de la esposa fea a la que el marido, amante y
masculino, llamaba preciosa a diario. Ella empezó a comportarse como si lo
fuera, fue dando pasos para ajustarse al concepto de su pareja, y se volvió
hermosa. Nuestro auto-concepto es plástico, no está "in facto esse" o hecho de
una vez por todas y para siempre.
Es tu voluntad libre la que te hará elegir ser una persona u otra. Cuidado con lo que piensas de ti mismo, acaba haciéndose realidad...

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